miércoles, 31 de mayo de 2017

CONTAGIO



     Lo bueno y lo intenso de las vivencias infantiles es que todas son significativas, y cualquier historia, por inverosímil que sea, puede convertirse en un hecho real. De los hechos y de las probabilidades es de lo que están construidos los sueños, las pesadillas y las obsesiones que se forman en la niñez. Por eso las experiencias a esa edad quedan grabadas para el resto de la vida. Cuando somos niños cuesta diferenciar qué relatos son pura fantasía y cuales de ellos pueden convertirse en algo real.
     No recuerdo que cosa ocurrió, porque en algún momento de esa tarde de mayo marplatense me aburrí de patear la pelota contra la medianera del patio y entré a la cocina cálida de mate y bizcocho. La bobe cocinaba algo para la noche, y cuando se diera cuenta de las marcas de la pulpo de goma en la pared blanca de afuera seguro que me iba a retar. Solo un reto si no se daba cuenta de las flores pisoteadas... Desde la cocina salí al pasillo y luego de pasar de largo por la puerta de mi cuarto llegué a la habitación de mamá y papá. Tenía los ojos llenos de aburrimiento y no sabía muy bien qué es lo que buscaba. Entonces advertí el libro que estaba en el suelo del lado de la cama donde se acostaba papá, tenía la portada amarilla y un dibujo complicado de descifrar a mis diez años. Siempre mi viejo leía ciencia ficción, quizás a fines de la década de los 80´era lo único que se podía leer... La ilustración en la portada es la de un señor cuya cabeza era una gran esfera con un mecanismo y sobre todo eso, un sombrero. El libro se llamaba “Las Maquinarias de la Alegría” de Ray Bradbury, y fue con ese libro que dejé a Julio Verne y a Monteiro Lobato y me interné en la ciencia ficción. Eran varios cuentos, pero el que me impresionó para siempre tenía un nombre algo extraño para un título: "¡Muchachos! ¡Cultiven hongos gigantes en el sótano! "
     En la historia varias personas hacían caso a unos avisos publicados en unas revistas de divulgación científica, donde invitaban a cultivar hongos en los sótanos. La gente compraba los sobres con las semillas a través del correo y lo que ocurría es que dichos hongos eran en realidad alienígenas que a través de esporas entraban en el organismo de las personas y tomaban el control de sus cerebros. Las personas seguían con su mismo aspecto, con la misma voz, pero ya no eran ellas, Era una inteligencia colonizando a otra. Lo aterrador de la historia es que muchos se daban cuenta de lo que ocurría, pero se dejaban infectar creyendo que no se podía luchar para lo que, aparentemente, era ya una nueva realidad.
     Esas son las historias que, imposibles quizás, impresionan y se convierten en terrores factibles. Luego se acomodan en la psicología de cada uno y se archivan con un rótulo tranquilizador: Cosas de chicos.

Veinte años después de aquella tarde del libro amarillo estaba en el bar de la calle Sarmiento enfrente de la plaza charlando con Lorien. Me acuerdo que la gente de las mesas de alrededor se iban poco a poco, recién habia terminado el partido y en la tele sin sonido aparecian jugadores a los que un periodista hacia preguntas antes de que abandonasen la cancha... Yo estaba un poco aburrido, y Lorien no paraba de hablar, así que mi mirada iba vagando desde la pantalla hasta la puerta de salida vidriada y llena de calcomanías y desde la copa de vino que se acababa hasta los ojos y la boca de ella. Yo hacía esfuerzos por no perder el hilo del monólogo, pero me costaba mucho, y todo ese ejercicio de paciencia que hacía era porque no quería volver solo a casa y también porque estaba obsesionado con el culo de Lorien. Otro domingo gris se terminaba y la posibilidad de terminarlo en la cama con Lorien convertía un epílogo anodino en un comienzo de algo excitante.
     En el café estábamos nosotros dos y había un par de mesas mas ocupadas, en una de ellas una pareja mayor terminaba una pizza y en la otra un tipo de una edad indeterminada sacaba de un bolso relojes y lapiceras que seguramente vendería en la calle o en los vagones del subte. Uno de los mozos agarró el mando del televisor y empezó a cambiar canales, yo no podía sacar la mirada de la tele, pasaban partidos de fútbol de equipos desconocidos, programas de concursos de preguntas y respuestas, publicidades de coches, y clips musicales (en uno de esos fue cuando subió el volumen). Parecía que Lorien iba a seguir hablando sobre la música de Jamiroquai, pero el mozo volvió a cambiar el canal . En la tele ahora aparecía una larga fila de hormigas, eran miles transportando trocitos de hojitas verdes y también partes de otros insectos. Era uno de esos canales que programaban documentales sobre la naturaleza. A veces la imagen era panorámica, mostrando el serpenteo de la fila a través de lo que parecía ser un bosque tropical repleto de vegetación y humedad, y otras veces se detenía en el detalle de la cabeza y las mandíbulas de alguna de las asquerosas hormigas.
     Lo bueno y lo intenso de las vivencias juveniles es que uno se da cuenta que no hace falta recurrir a la fantasía para encontrar historias horrorosas. Ya sabe del frío, de las poblaciones arrasadas por las hambrunas, de las guerras y también de los desengaños y las traiciones. No, al terror no le hace falta la ilusión ni las invenciones.
Yo tampoco tenía cigarrillos y el cenicero estaba repleto de puchos aplastados, de filtros marrones y blancos y de ceniza.
¿Me estás oyendo Germán?
Si! Claro que te oigo
¿Y entonces? ¿Sabés dónde venden cigarrillos?
Si, mirá, andá a la esquina de Mario Bravo, ahí venden...
     Me quedé mirando como se iban Lorien y su culo, cuando llegó a la vereda se giró, me tiró un besito y siguió caminando rumbo al kiosco. Cuando desapareció por uno de los laterales le presté atención al relato y a las imágenes de la tele... “La hormigas Camponotus leonardi habitan las selvas de Tailandia, estas hormigas hacen hormigueros en el suelo y son atacadas por una especie de hongo Opiocordyceps, el caso es que cuando una de estas hormigas es infectada, poco a poco comienza a modificar su conducta. Tiene convulsiones y sigue direcciones erráticas. En la fase final, que solo tarda dos días desde la infección, el hongo que ha colonizado a la hormiga le ordena subir a un árbol, caminar por una de las ramas y morder una hoja hasta la muerte que ocurre cuando el hongo crece tanto que su tamaño hace que la cabeza de la hormiga estalle. Esto permite que el hongo desde la altura de la rama se esparza por todo el territorio de las hormigas...”
     Sentado ahí y sin un cigarro para acompañar la ansiedad pensé que el hongo había tardado veinte años en hacerse real, que había tardado veinte años en ocupar el sistema nervioso de un huesped involuntario y auténtico. En ningún momento advertí que esto viene ocurriendo desde hace miles de años, no, la historia tenia que ver conmigo, primero la fantasía de Bradbury en mi niñez, y ahora, en mi juventud la realidad de que una espora ocupa un individuo... Lorien ya había pagado las copas y, mientras caminábamos hacia el departamento de la calle Pringles, yo casi me había olvidado de la coincidencia entre el cuento de mi niñez y el documental que acababa de mirar en el bar. Nos terminamos los cigarros un poco después del amanecer.

     Otra vez, han pasado otros veinte años.
     Lo malo y a la vez intenso de la edad adulta es que muchas veces no importan las historias vividas o imaginadas por otros. Uno va con su mochila de historias, casi todas reales. No solo es espantosa la falta de bifurcaciones y posibilidades, sino también la certeza de que uno mismo y todo lo que lo rodea está viviendo una realidad parecida a ciertas obsesiones infantiles.
     Los amigos van llegando de a poco a casa. Celebramos el reencuentro. Algunos traen vino o cerveza. En la intimidad, quedamos de acuerdo que no les diríamos que nos estamos separando, ni ella ni yo teníamos ganas de explicaciones, de silencios ni de alianzas de género con uno u otro a lo largo de la cena. Así que nos dedicamos sonrisas duras y abrazos forzados ante comentarios o brindis propuestos en diferentes momentos de la noche.
     Hablamos de la nueva serie Sneaky Pete y hablamos también de la continuación de Games of Thrones. En un determinado momento alguien menciona el próximo estreno de Blade Runner 2049 y se arma una gran discusión en torno al papel y a la interpretación de Harrison Ford en esa película.
¿Y cómo es que estamos hablando ahora de Corea del Norte? No se, pero casi todos coinciden en que Kim Jong-un es un malo de esos malísimos. Y claro, alguien menciona a Nicolás Maduro y luego a Hugo Chávez y después a Fidel Castro. Y de Donald Trump se pasa enseguida al cambio climático. Algún escéptico arguye que cambio climático eran los de antes, los de la era carbonífera o la de las glaciaciones, pero nadie le da importancia.
     Mientras cenamos en el jardín, noto, a través de la ventana del living a oscuras, los reflejos celestes de la pantalla del televisor en las paredes.
     Me quedo mirando como las paredes cambian de color y trato de imaginar lo que sucede en la pantalla que no puedo ver. La conversación del grupo sube y baja de sonido de forma caótica. La pared refleja naranja, azules y amarillos a veces de forma suave y otras como una explosión. Y pienso maravillado: “El hongo nos reclama”. Sabemos de un montón de cosas que antes merecían más tiempo en ser aprendidas y estaban sujetas a interpretaciones y debates. Pero este nuevo saber, en este formato audiovisual, es rápido y efectivo.
     Sabemos qué países son peligrosos y cuales no. Sabemos que religiones son peligrosas y cuales no. También sabemos de nuevas discusiones en torno al género sexual y sabemos que reciclar es una nueva conducta imperiosa. Sabemos, claro que lo sabemos, que hay nuevas terapias alternativas y que alternativas hay comidas, religiones, música y lecturas. Sabemos las tendencias en la moda y en la tecnología. Y también sabemos cuando encender y cuando apagar. Y por las dudas, también sabemos que podemos acudir a Internet y a un conocimiento... alternativo.
     Nuestro conocimiento del mundo es un conocimiento sesgado y parcial, y el problema, o mejor dicho la realidad es que ese sesgo, que ese corte no es nuestro, es el de otros.
     Esos otros que nos dicen qué es la realidad y que es lo que debemos aceptar o no. Qué es lo que queremos para nuestras vidas y que es lo deseable. Cómo tenemos que amar y a quienes...
     El hongo sale de los sótanos.
     Las esporas se diseminan por todo el hormiguero.

Al menos yo sé que soy
casi yo.

viernes, 19 de febrero de 2016

-¿HOLA SUSANA?


Mucha tropa riendo en las calles
con sus muecas rotas, cromadas
y por la carretera vallada
escuchás caer tus lágrimas.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

Los inocentes son los culpables
dice Su Señoría
(El Rey de Espadas)
Charly García

-¿HOLA SUSANA? ¡QUEREMOS COGER COMER!

El telediario pasa una noticia tras otra. en Corea del Norte un misil le saca la lengua al Tío Sam, los iraníes (siempre) traman algo, superproducción high tec en China, el Frente Polisario avanza a Sáhara Occidental desde Argelia. Un informe muestra gente vomitando en Haití. ¿Qué está pasando? Los haitianos están furiosos por la peste de cólera que se extiende por la parte oeste de la isla que comparten con los dominicanos. Le echan la culpa a los Cascos Azules nepalíes. Al parecer, en Nepal, el cólera es epidemia. Los soldados han tirado sus desperdicios en el río Mirebalais y desde allí la mierda se extendió por todo el país e incluso a la vecina República Dominicana. Hacía cien años que no se registraba un brote de cólera en Haití. Según estudios de laboratorio la cepa detectada que ya causó 1.000 muertos y ha infectado a 15.000 es de origen surasiático. Una vez más la ONU, literalmente, se cagó en ellos.
      La furia de los haitianos con piedras y palos se ha dirigido contra los Cascos Azules. Dos manifestantes han muerto y otros treinta han sido heridos, la réplica violenta de los soldados “pacificadores” ha sido en legítima defensa, según informa la ONU.
     Estábamos equivocados quienes pensábamos que algunas culturas tomaban los desastres naturales o provocados como un “castigo divino”. No es así, muchos se rebelan y nos revelan una dignidad que no aparece en los noticieros cuando los muestran impávidos con moscas alrededor de los ojos, o filman niños con panzas hinchadas por el raquitismo. No es algo natural para ellos el hambre o las enfermedades. No es algo aceptado aunque nos quieran vender eso.
     Los soldados de las Naciones Unidas han actuado en legítima defensa, vuelvo a escuchar. Los soldados tienen inmunidad jurídica. Pero más allá de eso, sobre los soldados hay más broncas que no aparecen por la tele. ¿Los haitianos atacan a las tropas de las Naciones Unidas por el cólera o hay algo más?.
     Las denuncias por abusos sexuales contra las fuerzas de paz de las Naciones Unidas se extienden por el mundo y a través de los años. Los soldados denunciados y encontrados culpables son simplemente repatriados a sus países donde no se les hace ningún tipo de juicio. Están plenamente probadas las denuncias por violaciones en masa hechas por Cascos Azules en República del Congo, Burundí, Sudán, Kosovo, Liberia, Costa de Marfil y (adivinen)… Haití.
     En 1993 Cascos Azules belgas e italianos fueron acusados en Somalia por actos de tortura, sadismo y violación. En ocasión de la operación “Restablecer la Esperanza”, ordenada por las Naciones Unidas, el sargento belga Dirk Nassel del Tercer Regimiento de Paracaidistas, fue acusado de golpear y humillar a un menor somalí. El sargento admitió los cargos y como descargo dijo que los menores iban continuamente a la base a mendigar comida. Obligó al niño de religión musulmana a comer carne de cerdo, además, amarró a la víctima a un tanque de guerra y ordenó al conductor que lo pusiese en movimiento. Otros dos soldados fueron absueltos, pese a las fotos incriminatorias, por la acusación de suspender sobre una hoguera a un somalí. Los jueces entendieron que lo habían hecho solo por... ¡entretenimiento! También fueron absueltos los soldados belgas participantes de una violación a una mujer somalí en ocasión del cumpleaños de uno de ellos y a los responsables de la muerte de un niño que fue sorprendido tratando de robar comida en la base Kisamayo. Al chico lo encerraron durante dos días en un contenedor metálico bajo los rayos de sol.
     Las denuncias se acumulan un año tras otro. Redes de pederastía en el continente africano y tráfico de prostitución en Kosovo. Jane Holl Lute, asistente de la secretaría general para las operaciones de paz admitió en una entrevista a la cadena BBC que “los problemas referidos a la explotación de población vulnerable por parte de Cascos Azules han existido desde el comienzo mismo de la creación de la fuerza”.
En Haití una niña de 11 años fue violada frente al palacio presidencial en Puerto Príncipe. Otra menor declaró haber sido violada en una base naval de la ONU en el año 2008. La dinámica es casi idéntica en todo el mundo, favores sexuales a cambio de alimentos. En 2007, el diario Los Angeles Times informó que, en Haití, "niñas de 13 años tenían sexo con soldados de paz de la ONU por un dólar".
Según un informe de la organización británica Save the Children efectuada en el año 2008, más de doscientos cincuenta niños de entre seis y diecisiete años admitieron haber sido víctimas de manoseos, relaciones forzadas o participación para filmes pornográficos por parte de fuerzas de paz. Al mismo tiempo la organización destaca que un gran porcentaje de víctimas no denunciarían lo vivido por temor a las represalias o a ser estigmatizados por su mismo entorno social. Cada uno de los niños dijo que conocían a su vez otros diez casos más de este tipo de comportamiento por parte de tropas o por empleados de organizaciones de ayuda.
Pese a que la ONU instó a los gobiernos de todos los países participantes en operaciones de paz para que se comprometan y juzguen y condenen a los soldados implicados en estos delitos, solo dos se hicieron eco, Sri Lanka y Sierra Leona. La mayoría de países no se hacen cargo del comportamiento de sus soldados más allá de sus fronteras.
En el informe citado anteriormente de Save the Children, se destaca que además de las fuerzas de ONU, otras veintitrés organizaciones de ayuda asociadas a estas acciones fueron acusadas por sus víctimas durante las entrevistas realizadas en el año 2008. La directora de Save the Children, Jasmine Whitbread, dijo que la investigación desnuda las "acciones despreciables" de los que "abusan sexualmente de los niños más vulnerables del mundo, a los niños que se suponía tenían que proteger"
Organizaciones de Derechos Humanos de Tumaco, en Colombia, han acusado a militares de los Estados Unidos de prostituir a menores de edad entre los años 2003 y 2007. El personal militar que se hospeda en hoteles cinco estrellas y que están allí para la lucha antinarcóticos, pagan por los favores sexuales con teléfonos celulares de alta gama. No solo tienen relaciones, también hacen cintas de video que se distribuyen en un mercado mundial y clandestino. Los embarazos y enfermedades de transmisión sexual se están extendiendo entre las menores y es un hecho imparable a raíz del miedo a denunciar por la complicidad de las autoridades locales y la absoluta impunidad de los extranjeros.
La flamante ministra de Relaciones Exteriores de la República Argentina es Susana Malcorra, Desde 2004 se desempeñó en la ONU como Directora de Operaciones y Directora Ejecutiva Adjunta del Programa Mundial de Alimentos. Fue acusada por delegados italianos y británicos por la burocracia impuesta durante la crisis en Darfur. Además, según cables y documentos filtrados por Wikileaks, trabajó a favor del gobierno de los Estados Unidos incorporando gente que le han sugerido en distintos puestos de trabajo, dándole de algún modo la razón a Diosdado Cabello, titular de la Asamblea Nacional de Venezuela, que la acusó de pertenecer a la CIA. Un tribunal integrado por tres jueces independientes convocados por Ban Ki-moon, llegó en diciembre de 2015 a la conclusión que los funcionarios de la ONU, encabezados por Susana Malcorra, Jefa de Gabinete de la ONU, habían intentado silenciar y ocultar los abusos sexuales a menores de edad perpetrados por los Cascos Azules de la ONU y fuerzas de paz de Guinea, Chad y Guinea Ecuatorial en misiones en el continente africano. En total son 13 abusos sexuales a niños por parte de 16 soldados en un campo de refugiados en República Centroafricana. Pese a todo, Ban Ki-Moon felicitó a Malcorra por el nombramiento en el gobierno argentino y declaró que en las Naciones Unidas cumplió sus funciones con “gran distinción” O sea, una salida honorable.
     El 18 de febrero de 2016, el diario Clarín (el de la corneta), publicó que Susana Malcorra estuvo hace pocos días reunida con Ban Ki-moon y que le entregó tres cartas firmadas por el presidente Mauricio Macri. En una de esas cartas el presidente Mau se compromete a aportar con presencia argentina las tropas de Cascos Azules.
     La relación de Macri con los niños está perfectamente documentada en varias noticias de distintos medios de comunicación. El ataque con balas de goma de la Gendarmería a un grupo de niños que formaban parte de una murga de carnaval, o la complicidad con los responsables de reducir a menores de edad a trabajo esclavo en talleres textiles clandestinos. Ahora sumará una nueva relación con los más pequeños, relaciones sexuales.
     La ley de los Cascos Azules es la que ellos mismos imponen entre excesos de alcohol y cocaína. Privilegian su erección urgente y condenan a un niño a crecer (si tienen la suerte de no ser asesinados) en el miedo, la vergüenza, los complejos y el rencor. La contradicción de defender la paz con asesinatos, torturas y violaciones no parece advertirla algunos medios de comunicación que se ponen de acuerdo para envolver a ciertos hijos de puta en un aura de política humanitaria correcta y de ojos azules.


     Los soldados ya están listos para una nueva misión. Preparan sus enseres fundamentales: drogas, balas, cámaras de video y preservativos... 

sábado, 19 de diciembre de 2015

PERIODISMO PARA TODOS






        Primero y antes que nadie, yo mismo. Yo, que sigo un comportamiento bovino como el resto de mi clase. Yo que escribo con la rabia del que sabe que no depende de éstas líneas para vivir. Yo que no estoy donde debería estar. Que no camino las calles ni abrazo a la gente que debería abrazar.

        Esta semana el periodismo argentino nos ha regalado una crónica maravillosa sobre la superación de un niño a través de las adversidades que ha tenido que vivir. Nos han contado por medio de la prensa, la radio y la televisión la historia de Lucas Cesio, un niño de doce años que ha vivido los últimos seis en la calle junto al resto de su familia. Hay varios detalles sobre los que vale la pena detenerse. En primer lugar, dada la difusión, pareceria que Lucas es el único niño argentino que vive en la calle, pero no es asi. Hoy en día no hay cálculos fiables para saber cuántos niños están en situación de calle en argentina, pero si se sabe que hay unos seis mil que no tienen cuidados parentales (familiares) en Buenos Aires y que son la mitad del total del país según Unicef (datos del año 2011).
       Lo que maravilla y babea a la clase media argentina y a sus pseudoperiodistas, es que Lucas y su familia ¡no han pedido dinero! Eso emociona el tibio culo de los consumidores de mierda periodística y ejemplos de vida. Cuenta Lucas que camino de la escuela pedían en almacenes, cafés y panaderías. Con mi familia no pedíamos plata, lo único que queríamos era lo que les sobrara para poder comer. Si nos querían dar dinero les decíamos que no, que preferíamos una empanada” Imaginen a la mamá de Lucas comprando remedios en la farmacia y pagándolos con vigilantes o bolas de fraile del día anterior.
     La noticia emociona mucho. Al ser entrevistada por la periodista Magdalena Ruiz Guiñazu, la directora de la escuela de Lucas, Karina Gorenstein, exponente brillante de una clase social hipócrita y que vive de las apariencias, le contesta que está “orgullosa de ser tapa de Clarín”.(Radio Mitre 18-12-2015)
      La noticia es replicada centenares de veces. Que nunca más uno de esos llamados “negros cabeza” se queje de su situación, Lucas pudo. Que no pidan ayuda, habitación o planes para sobrevivir, Lucas pudo. Estos hipócritas empleados de empresas de publicidad que se autodenominan periodistas, escriben temblorosos con los dedos a punto lágrima la historia de este chico como antes escribieron la historia del niño refugiado sirio ahogado en el mediterráneo. Nada dicen de los otros miles. Nada. Se quedan en un caso particular ninguneando los otros miles de casos particulares de los que no lo logran. De los que no logran vivir en la calle sin ser lastimados física o psicológicamente. Nada dicen de los que no terminan la escuela, de los que trabajan en talleres clandestinos de costura de la familia de una primera dama o en los yerbatales de algún expresidente, hoy embajador.
¿Cómo es posible que un niño viviendo en la calle forme parte de la realidad cotidiana y aceptada de una inmensa mayoría que se piensa “decente” de un país? No llama la atención un niño que vive en un coche abandonado, lo que llama la atención es que haya terminado la escuela sin molestar a nadie. Lucas dice, Una vez nos mandaron a un parador que tiene la Ciudad para los que viven en la calle, pero fue horrible. Nos miraban mal y nos gritaban. Esa noche la miré a mi mamá y le dije que no quería venir nunca más y que prefería estar en el coche”. Cuando la gente parecida a Lucas intenta tomar un terreno para dejar de vivir en un coche y vivir algo mejor, los vecinos saltan horrorizados ante el aluvión de los morochos. Quizás esa sea otra de las explicaciones para el fenómeno lacrimógeno. Lucas no es morocho, o sea que podría ser cualquiera de nosotros ¡válgame dios!
      El Estado está desaparecido. No importa cual sea el alcance territorial ni quien esté a cargo del Estado. Si un solo chico vive en la calle, es proclive a que lo hagan mierda en cualquier momento. Y el Estado no está. Ni el Estado del país con “Buena Gente” ni el Estado de “En todo estás Vos”. La mitad del país todavía está en éxtasis por la década ganada y la otra mitad todavía no deja de festejar el Cambio.
      Hace un par de años estaba caminando por el barrio porteño de San Cristóbal. Por encima de algunas calles, atravesándolas de forma perpendicular, pasa la autopista que conecta el sur de la ciudad con el aeropuerto de Ezeiza. Debajo de esos “puentes” muchas familias acampaban con todas sus pertenencias. Se veían bajo las frazadas y los plásticos los muebles, la ropa y los juguetes. De vez en cuando se veían sitios que estaban desiertos pero con rastros de hollín en las paredes y en la acera.       Les pregunté a mis amigos si sabían que era eso. -Si, -me decian,- los vecinos les incendian las cosas. Son peligrosos, nadie los quiere cerca.
No, nadie los quiere. Salvo que sea Lucas y salga en Radio Mitre, TN o Clarín.
No, nadie los quiere. Salvo que yazcan ahogados, en alguna playa del mediterráneo.
Nadie los quiere.

Excepto si sirven como una perfecta cortina de humo que tapa la torpeza de un Estado que, ahora es evidente, se dispone a fabricar muchos más Lucas. Algunos saldrán airosos, los demás serán víctimas de la avidez de unos pocos y la apatía del resto.

miércoles, 15 de julio de 2015

DANIEL


Casi te puedo ver atravesando los días y las humedades que se aferran a tu piernas. Humedades pegajosas de veranos que se transforman en viento y en invierno. Es esa manía que tiene el tiempo de enfriar las urgencias y pintar de ocre las fotos.

Casi te puedo ver, un poco delante mio, un poco de costado, envuelto de multitudes de amados ausentes. Y nos encontramos en un abrazo y cerramos juntos los ojos y todo vuelve a estar en su lugar, todos vuelven a estar. Entonces aparecen tus gambetas con la Pulpo y tu risa. Aparece la abuela Sofía despertándote de madrugada para que te pruebes el pullover que te teje. Brillan de nuevo las tardes que corríamos por el patio de tu casa perseguidos por Pamela. Y los partidos de tenis inolvidables en el asfalto de Misiones recorrido por serpientes de brea blanda.
Me quedo con los ojos entornados y la soledad y la madrugada ayudan a abrirte la puerta de casa para que festejes conmigo algún cumpleaños, esa alegría infinita cuando nos daban permiso para quedarnos a dormir en tu casa o en la mía.

Hoy nos van a volver a echar del comedor, porque los grandes están acomodando las fichas nacaradas del poker. Nos vamos a sentar en la mesa de los chicos y vamos a brindar con Crush o Mirinda, vamos a brindar porque entre tu mirada y la mía el desfile de encuentros no se termina.

Durante esta madrugada el tiempo se romperá la cabeza impotente, porque no podrá contra tu risa riéndote de mi "gancha". Porque seguís brillante, mi Primer Amigo, corriendo rapidísimo bajo el laurel gigante que crece en el patio coronando un día que siempre quedará a salvo del olvido y del frío.

Feliz cumpleaños, Dani.


lunes, 25 de mayo de 2015

ZEIDE (1915 / 2015)


Mi abuelo ( el Zeide) fue un hombre de pocas palabras. No estoy hablando de un tipo parco o huraño, por el contrario, mi abuelo era cariñoso y expresivo con sus sonrisas y sus abrazos. Pero mi Zeide tenía poco para decir. Fue un hombre de campo y de trabajo y las pocas palabras que pronunciaba eran seguras y compactas como bloques de hormigón. Tenían que ver con el trabajo, con la honestidad y la lealtad.
Mi abuelo prescindió de la pirotecnia discursiva y desdeñó el pasatiempo de apilar razones para una argumentación. La elocuencia de mi abuelo era su trabajo físico. Y sus silencios eran un tratado de ética. La mayoría de imágenes que recuerdo de mi abuelo son de su cintura para arriba. Fueron muchísimos años de trabajar tras el mostrador en la inolvidable despensa Oasis en la calle Bolívar de Mar del Plata. Mi visión de niño sobre él era de perpetua admiración, me sorprendía su fuerza para levantar varios cajones de vino de una vez o como alzaba un montón de cajas de latas de conservas sobre las que yo trepaba para mirar mi mundo infantil desde un punto más elevado que mi metro quince de altura.
Mi abuelo también fue niño. Un niño que trajeron sus padres huyendo del saqueo de Beltsi, cuando Moldavia todavía era Besarabia. Un viaje en barco cruzando el atlántico para ponerse a salvo de la fuerza bruta y destructiva del nazismo. El niño se hizo adolescente y luego adulto en los campos de piedras de una Neuquén de principios de siglo veinte. Lo vieron en Zapala y también en la cima del Copahue. Él me contó de sus días de trabajo en la tienda de ramos generales de Loncopué, en como hacían contrabando a través de la frontera con Chile. Me contó la historia de la cicatriz en su frente y la bala que picó tan cerca. Me contó que comenzó a fumar tabaco a los seis años y que también lo dejó unos meses después. También supe de algunas expediciones urgentes y necesarias.
Tuvo una compañera inolvidable, un hijo que murió demasiado pronto y una hija cuyas travesuras en la niñez ya son leyenda. Soy el hijo de esa nena que se refugiaba en el tejado de la casa para huir del castigo.
Me contaron de mi abuelo Isaac saliendo al balcón, engañado por el sonido del viento, creyendo que era la voz de su hijo, aturdido de dolor y negando la certeza de la tragedia. Luego se encerró en el trabajo y en las siestas. Se encerró detrás de una mirada que a veces desaprobaba los exabruptos de los nietos y que la mayoría de las veces los observaba con orgullo.
Esta página electrónica es apenas un débil reflejo de una de las personas que más he amado en mi vida y que hoy hubiese cumplido cien años. Tengo un abrazo que lo busca desesperadamente. Sin embargo me habita como otros. Mi abuelo anda dentro mio con su trabajo y sus labios apretados, con sus manos fuertes y su voz segura. Anda con mi abuela Matilde, juntos, para siempre. Ellos recorren toda la memoria del niño que fui y salen a pasear entre estas letras, durante este grito mudo, estas lágrimas
este amor.

lunes, 23 de marzo de 2015

ANDALUCÍA Y LA GRAN COSTUMBRE


De algo estoy seguro, Ale jamás fue de putas. En la búsqueda de absolutos, el placer también es un disfrute y un trofeo. ¿Dónde está el placer de un orgasmo fingido? ¿Dónde está el placer de ser acariciado a cambio de dinero? Sin embargo muchos si encuentran placer en las putas, en esas que después desprecian e insultan. Ser hijo de una puta es algo que a cualquiera le pudo haber pasado, es un insulto torpe y despreciable. En cambio, ser cliente de una puta es un insulto que no existe, es demasiado humillante y, sobre todo, popular.
En las elecciones de Andalucía, en España, ganó el voto popular. Ganaron los dos partidos populares. Entre el PSOE y el PP lograron unos dos millones y medio de votos. Para asegurar este resultado, los medios de comunicación estuvieron meses insistiendo en que la nueva agrupación Podemos (unos seiscientos mil votos) tiene conexiones con Venezuela y, en caso de acceder al poder, instaurará un régimen neochavista. Cuando los gobiernos son populares los medios insisten en que se trata de "regímenes", en cambio, cuando el poder es gerenciado por representantes de partidos con lazos en grandes empresas son tratados como gobiernos serios y democráticos.
La democracia es agitada permanentemente para vender guerras, para hacer negocios y para perpetuar en el poder a una nueva clase de personas que se enriquecen administrando los estados y dilapidando el dinero público. Hace rato que las democracias son meros instrumentos de las empresas para ampliar su beneficios hasta el paroxismo. En Andalucía, una vez más, ganaron las empresas. Ganó esa izquierda mentirosa que, a cambio de básicos derechos civiles, sigue haciendo concesiones a los poderosos a cambio de nombramientos, viajes y lujos. Ganó la casta de nuevos ricos que exigen más sacrificio a los que nunca hicieron otra cosa. Ya no da risa pero si espanto que un partido que se dice "de izquierda" vaya por ahí subordinado a la iglesia y a la monarquía. Da asco que cargue, junto con el PP, la responsabilidad de los suicidados que perdieron toda la esperanza cuando fueron echados de sus casas por la policía siempre fiel al orden.
El domingo Ale no fue de putas, y vio que mucha gente tampoco. Pero la gran mayoría, algunos con alegría y otros resignados, si que fueron. Y esos, los que fueron, después hablan del futuro y de las generaciones que vienen. Ni siquiera se lavan las manos después de las putas, después de votar, se las limpian fingiendo una caricia en el pelo de sus hijos.

Que hable Julio Cortázar, él, desde el pasado, ya había visto toda esta mierda.

"Una moneda cae cara o cruz
como la cruz cae Cristo o los ladrones,
como la cara cae gracia o sombra
como la luna cae estatua o perro,
y al pie de ese deslinde
vela la Gran Costumbre.
La Gran Costumbre con capucha de avestruz
vela al pie del deslinde
para que una moneda caiga siempre cara
y toda cara siempre sombra caiga,
para que toda cruz sea Cristo,
para que el pie no salga de su huella vela la Gran Costumbre,
vela con largos dientes colgando sobre el labio cuneiforme,
baskerville, elzevir: el Código, ese nombre del hombre vuelto Historia.
-Salud, maravillosos niños norteamericanos
llamados a lavar la lepra hereditaria,
irrumpiendo en la sala cuando el padre y la madre miraban la TV
con una sana, perfecta puñalada, con un fierrazo en las cabezas
donde Kolynos o Goodyear vaciaban sus gusanos de manteca podrida
Saludo a Mervyn Rose, a Sandy Lee, a Roy McCall, a Dick pecoso y sucio,
y a Lana Turner junior, capaz de hacer lo que no hará la silla eléctrica.
Salud jóvenes héroes, asesinos de un tiempo proxeneta.
Legítima defensa, muchachito, están tratando de violarte, te acorralan
con un bozal de enciclopedias, promoción y De Soto
con el dentífrico perfecto, el telegrama en fórmula de lujo,
con discos de Sinatra o del Cuarteto Húngaro
ve, gánales de mano,
no te vendo palabras, mátalos de verdad para que vivan,
quiero decir: arráncalos de cuajo,
haz pedazos la rueda de las ruedas, destruye a escupitajos una historia
que masturba sus monos al ritmo de las máquinas de Time
que entroniza princesas de ruleta católica,
que engendra putas para despreciarlas desde el lecho legítimo
con un desprecio que no irá jamás a un
almirante o a un obispo.
Oh niños asesinos, oh salvajes antorchas
fulminando a las tías comedoras de estampas y pantallas floreadas,
a los abuelos con medallas de honor en la entrepierna,
a los papás que pontifican experiencia,
a las mamás que cosen los botones con aire de martirio.
Una lata de nafta, un fósforo y se acaba:
la hoguera es una rosa
la noche de San Juan empieza, hosanna!
Mientras se viva así, en la Gran Costumbre,
mientras la historia siga su cópula gomosa con la Historia,
mientras el tiempo sea hijo del Tiempo
y preservemos las podridas efemérides
y los podridos héroes de desfile,
las caras serán sombra,
las cruces serán cristo,
y la luz el amargo kilowatio, y el amor
revancha y no leopardo.
(Algunos, pocos, viven desacostumbrándose.
los matan a montones, pero siempre
hay alguno que escapa,
que espera a la salida de la escuela
para alentar al colegial de ojos de hielo
y regalarle un cortaplumas.)"
Julio Cortázar
La Gran Costumbre, en La Vuelta al día en Ochenta Mundos (1967)

miércoles, 25 de febrero de 2015

MEIDELE 25/02/1915 – 25/02/2015



Cuando llegaban los primeros días de invierno comenzaban a vigilarla bien de cerca. Es que ya tenían experiencia en eso de sus estropicios. Por eso, cuando regresaba del colegio, la madre le pedía que la ayude con la cocina para que se entretenga y no piense en mishigás locuras. A ella le gustaba estar entre las ollas, aprendió todos los secretos del arte culinario. Luego, después del almuerzo, leía todo lo que le pusieran delante.
Pero de vez en cuando, si alguna de las historias de Scholem Aleijem no la atrapaba, miraba hacia fuera y adivinaba en el color azul del cielo la tierra helada del patio que esperaba. Una tarde escapó de la vigilancia y lo volvió a hacer. Fue hasta la canilla del extremo del enorme patio y dejó que el chorro de agua cayera y fuera anegando toda la superficie. Paciente, esperó un par de horas y supo que ya estaba lista su pista de patinaje casera. Mattla se calzó los patines y comenzó a dar vueltas por el patio. Resbaló la madre cuando fue a tender la ropa, enojada y sorprendida le prometió a gritos el castigo nocturno. Resbaló la abuela y riendo sentada en el hielo acompañó con risas las idas y venidas de la nieta. Llegó el padre y no resbaló por poco, pero sí el caballo que quedó abierto de patas tendido en el piso. Cada invierno era lo mismo.
Mattla me contó que iba al colegio con otras niñas y niños. Estudiaban aritmética, lectura y tareas manuales. Los niños aprendían a trabajar la madera, el cobre, el hierro. Aprendían los rudimentos de la mecánica y de la construcción. Las niñas aprendían costura, cocina y se preparaban para ser buenas esposas y madres. Había una aparente tranquilidad en las calles de Kishinev, aunque la sombra de los progroms sobrevolaba los relatos de los mayores y se hacía terror en algún grito aislado cuando salían del schule.
La infancia de Mattla fue inolvidable, como inolvidable fue el fin de esos días invernales de hielo que en verano eran río y limonadas. Ella recordaba humo en el cielo, miedo en sus padres, en los vecinos, en todo el barrio. Recuerda como llenaron rápidamente un par de baúles, a su padre llegando a casa y decir con voz entrecortada que los soldados habían incendiado su fábrica. Rivca, su hermana menor, agarra todas las muñecas que puede y las intenta guardar en uno de los arcones, pero no hay lugar para todas, y la abuela le dice que tiene que elegir solo a una. Rivca llora, cada una de las muñecas tiene nombre, tiene una historia, algunas se portan mal pero la acompañan por la noche, en cambio hay otras que son hermosas, buenas y aplicadas, pero que prefieren quedarse en su casa de muñecas ajenas a los terrores nocturnos. Rivca tiene que elegir solo a una de ellas. Como muchas madres tuvieron que elegir años después en esa Europa que siempre tuvo algo de sádica. Rivca se queda con Anna, una muñeca de patas largas que siempre estuvo con ella desde pequeña y que soportó junto a ella aquella pesadilla del alud de nieve.

La familia partió de Kishinev tres días después del saqueo a la fábrica, cruzaron el océano y bajaron en el puerto de Buenos Aires. Y Jamás volvieron a Europa.
* * *
Tengo algo escrito por ahí de los años de Mattla, la Bobe, en Buenos Aires. De como conoció al Zeide y de la vida que llevaron juntos en Loncopué y en Zapala donde nació mi vieja. Y después la tragedia que transforma y desfigura a esa familia para siempre.
Hoy se cumplen cien años del nacimiento de la Bobe. Un ser infinito porque ocupa todos mis años y porque su presencia es constante cada día. Ella me quiso con tanta intensidad, que todavía ahora mientras escribo, me siento colmado de algo que solo puede ser amor. Ya dije por ahí que me dio un poquito de Idish y el amor a los libros. Que me regaló la primera bici y la segunda también. Que me llevaba a las clases de natación que terminaban con un comentario de aliento y una coca cola. Y las tortas de cumpleaños y la mesa arreglada de los domingos. Y los almuerzos donde mi zeide y yo oíamos como discutía con su archienemiga Mirtha Legrand.
Y pasan los días y ella sigue gigante, con su ateísmo, con su militancia, con la esperanza de un mundo mejor y socialista.
Vos sabés, Bobe, esto es por el cien, por el aniversario con forma de número redondo.

Vos sabés que no hace falta mientras cada noche sigas viniendo a darme tu beso.