Estoy mirando mi
último amanecer.
La noche pasó como
siempre. Un poco fresca y bastante tranquila. Las noches fueron el
único alivio en medio de esta asfixiante realidad. Mi mirada se
perdía y mi alma se liberaba en la generosidad del cielo plagado de
estrellas. Nunca la oscuridad fue tan brillante como la de esta
semana que pasó. Mis últimas seis noches fueron silenciosas y
solitarias. Mi consuelo fue la soledad. Ahora, mientras sube el sol
por última vez para mi, me invade la certeza de otro día de gritos
y de la crueldad sin culpa de los niños.
Soy la “Cabeza
Parlante”. Eso gritan los niños. El primer día guardaron una
distancia prudente a mi alrededor. Tenían curiosidad pero también
cierta sensación de peligro. Luego uno de ellos juntó valor y se
animó a escupirme, luego lo siguieron los demás. Pero cuando el sol
se ponía, las madres llamaban para la cena, entonces los niños se
iban, y yo me quedaba a salvo envuelto en la soledad del desierto.
Mientras la noche crecía podía ver las casas a lo lejos con las
ventanas iluminadas y un poco más tarde como se apagaban una a una
hasta que todo era oscuridad y estrellas.
Creo que no tiene
sentido contar que fue lo que hice. Es cierto, hice algo malo. Pero
también es cierto que bajo el pretexto de la ley, la gente hace
cosas horribles y el sadismo se exhibe amparado en forma de
correctivo para los demás. Ahora nadie pronuncia mi nombre y nadie
me dirige la palabra. Solo los niños me gritan “Cabeza Parlante”.
Mi nombre quedará olvidado y solo seré recordado por mis faltas y,
sobre todo, por el castigo.
Después de la
sentencia lloré mi culpa y grité por clemencia. Pero la condena ya
había sido impuesta y los hombres que me arrastraron hasta aquí
hicieron lo que tenían que hacer sin decir palabra.
-¡Cabeza
Parlante!-, gritaban los niños. Luego se animaron a saltar a mi
alrededor. El polvo que levantaban con sus pies mientras gritaban me
asfixiaba y se pegaba a mi rostro cubierto de sudor, la arena se
metía por mi nariz y bajo mis párpados hinchados. Cuando los
grandes no se daban cuenta, también me arrojaban desperdicios sin
dejar de cantar, -¡Cabeza Parlante, llora un poco más!-.
Durante las primeras
horas supuse que el suplicio sería mirar indefinidamente hacia un
mismo lugar como una especie de corrección por haber tomado un
camino que no era lo que la ley (y las costumbres) permiten. Pero
luego, a medida que pasó el tiempo, empecé a sentir la arena a mi
alrededor y una dolorosa inmovilidad. Me enterraron hasta el cuello,
me cansé de gritar perdón, no podía parar de llorar. La arena me
comprimía cada parte del cuerpo y apenas me dejaba respirar. Con el
correr de las horas sentí la garganta áspera como el mismo polvo
que me rodeaba y la sangre de mis labios reventados fue el único
líquido que pude tragar.
Tengo que pagar por
lo que hice hasta que ya no se pueda exprimir más culpa de mi, pagar
hasta morir.
Sé que en la
oscuridad y bajo las sábanas, hombres y mujeres hablan en susurros
de todo lo que ocurrió. Sé que casi todos en el pueblo han hecho en
alguna oportunidad lo mismo que yo. La diferencia es que nadie nunca
se animó a decirlo. La diferencia es que todos lo niegan y hasta
ahogan el recuerdo para sí mismos. Lo que no se nombra no existe. Lo
que hice mal, al fin y al cabo, fue decir públicamente lo que hice
sin remordimientos. Desafié un orden en el que todos, armados de
hipocresía, se habían acomodado.
Y ahora tengo que sufrir la vergüenza colectiva. Mi vida destrozada por quebrar un
tabú.
Cuando por fin se
den cuenta que he muerto vendrán por la noche y ocultarán mi
cadáver. Al otro día nadie hará preguntas y poco a poco seré
olvidado. El castigo quedará flotando en el recuerdo de cada uno
como una advertencia. Mi vida le dará más tiempo a la Costumbre.
El sol sigue
subiendo y hace rato que mi cabeza yace de costado. No tengo fuerzas,
ni siquiera, para sentir miedo. Me estoy apagando. No puedo abrir los
ojos, pero oigo los gritos y las risas que se acercan.
Casi puedo adivinar la
decepción y el desencanto que sentirán los niños cuando, por fin,
lleguen hasta mi.
HOLA... EL SOL, LA ARENA, EL AMANECER, LOS CHICOS, LOS ADULTOS, UNA FORMA DE MISTICISMO HUMANO, DE HIPOCRECIAS Y DENUNCIAS, LO QUE ES CIERTO ES QUE SOLO VOS PODES MIRAR MAS ALLA DEL AMANECER...
ResponderEliminarABRAZO
Logras que me de una sensación de incertidumbre, a medida que voy leyendo porque me imagino un final inesperado, pero no existe ese finalll ....
ResponderEliminarY no se finalmente que hizo ese pobre hombre ...
Aunque pueden ser muchas cosas pero no lo quiero decir :P
Kar
Qué bueno que vuelva a publicar acá!
ResponderEliminarMotiva la Copa ganada?
Si no es en Marruecos, donde sea. No te tenemos miedo, Ronaldo!
Saludos!
Me quedé pensando, German. Al fondo veo un exorcismo. ¿Enterraste bien hondo la cabeza?
ResponderEliminarEscribe Germán
ResponderEliminarCumpleaños Germán
Felicidades!